En su práctica genera un diálogo entre el medio digital y el pictórico, para explorar por medio del retrato las actuales formas afectivas mediadas por los dispositivos digitales. La pantalla con la cámara frontal integrada sustituye al espejo como herramienta de identificación y autoconocimiento con funciones añadidas de memoria y conectividad, con lo cual el individuo contemporáneo se expone a un juego contradictorio entre intimidad y vigilancia, aislamiento y sociabilidad.